jueves, 1 de julio de 2010
La mayoría de las empresas desconocen las sustancias químicas que manejan y los riesgos que suponen para la salud de los trabajadores ni los evalúan ni los controlan. Si algo ha quedado claro en este VI Foro ISTAS es que el actual conocimiento científico sobre los efectos de las sustancias es tal que no conocer equivale a “no querer conocer”. El sentir mayoritario es que, en riesgo químico, la prevención equivale a la sustitución y que dilatar en el tiempo la intervención, con la excusa de que no se dispone de la evaluación en el lugar de trabajo, no puede servir de coartada para eludir la obligación de prevenir.
Cuando se pone el foco de atención en la prevención en las empresas, el diagnóstico es más bien sombrío. La práctica preventiva no convence a nadie. Loly Fernández, responsable de Salud Laboral de CCOO de Cataluña, señaló en el VI Foro ISTAS algunos de los aspectos clave del actual modelo preventivo. En primer lugar, la información es muy deficiente, los trabajadores sólo acceden a ella tras un esfuerzo ingente y cuando por fin consiguen lo que buscan, se encuentran con fichas de seguridad incompletas, obsoletas o que no están en su idioma. “En realidad lo que vemos –afirma Fernández– es que la información se utiliza para desinformar”. Otro de los elementos fundamentales es la invisibilidad de las desigualdades: el género y la ocupación (trabajadores manuales cualificados y no cualificados) determinan la exposición a los riesgos. “Lo que sí es un tópico general en el discurso empresarial –afirma Loly Fernández–, que sirve de coartada para la no intervención en riesgo químico, es esa idea de que ‘esto es muy difícil, de que hasta aquí la ciencia no llega’”.
Las evaluaciones siguen siendo genéricas, se afirma que existe el riesgo pero no se llega a una concreción ni en el puesto de trabajo ni mucho menos atendiendo a los trabajadores concretos. Se señala la existencia de dificultades metodológicas que tienen que ver con la orientación de la prevención: “Nos encontramos con metodologías orientadas al diagnóstico y no a la acción. Cuando nos enfrentamos al riesgo químico la primera respuesta es ‘vamos a evaluar’, cuando lo primero que debería plantearse es si podemos evitar el riesgo”, explica Loly Fernández. Otro asunto clave, la vigilancia de la salud, es el convidado invisible en la práctica preventiva cuando debería ser una pieza central antes y después de la intervención.
El diagnóstico de los sindicatos es tan contundente que no puede ser puesto en cuestión ni desde las mutuas ni desde la Inspección de Trabajo. Miguel Ángel Alba (FREMAP) corroboró, desde el punto de vista de un servicio de prevención, la falta de información accesible: “Es increíble que en la era de la informática todavía tengamos tantos problemas para acceder a la información básica sobre los riesgos de las sustancias”.
El debate sobre los valores límite
Otro gran debate en estos momentos gira en torno al uso de los valores límite. Teresa Morandi, especialista en higiene industrial de reconocido prestigio en EEUU, explicó cómo surgieron los valores limite y cómo se ha pervertido su uso: “Los valores límite no fueron diseñados como herramienta de prevención, sino como un elemento que el higienista industrial necesitaba para peritar la enfermedad laboral. El hecho de que sólo se tomen medidas preventivas si se está por encima del umbral que marcan los valores límite va en contra de todo lo que se debe hacer”.
Precisamente en el valor legal de esos límites insistió en su intervención Concha Pascual, directora del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSHT): “Tenemos que mejorar los valores límite, pero no podemos eliminarlos si no tenemos un instrumento que lo sustituya, pues son un elemento básico para posibilitar la actuación de los inspectores de Trabajo. No se puede recurrir a complejos estudios científicos cada vez que se levanta un acta por infracción”.
Teresa Morandi cree que el camino sería hacer a la empresa completamente responsable si alguien desarrolla una enfermedad laboral provocada por las condiciones de trabajo. Morandi plantea que hay que cambiar el criterio de “causalidad exclusiva” por el de “causalidad concurrente”: “La empresa ha de ser responsable no sólo si las condiciones de trabajo son la única causa de la enfermedad, lo que en medicina es harto improbable, sino también si las condiciones de trabajo han contribuido a desarrollar la enfermedad. Necesitamos un modelo que permita dividir la responsabilidad y orientar una parte hacia la empresa. De esa forma, la empresa tendría un motivo importante para tratar de ofrecer condiciones de trabajo saludables”.
Hay buenas experiencias exportables
Una visión excesivamente negativa no sería justa con el trabajo diario de muchos delegados y delegadas frente al riesgo químico que están planteando posibilidades de sustitución y consiguiendo cambios en las empresas. En los talleres de experiencias se presentaron casos en los que había sido posible la sustitución, de hecho ISTAS acaba de editar un libro con todas ellas. Además, como señaló Loly Fernández, “CCOO ha conseguido tener reglas de juego claras, ha impulsado el desarrollo de la legislación y hoy cuenta con un modelo de intervención que plantea lo que tenemos que hacer y cómo debemos hacerlo”. La química verde, de cuyo desarrollo se habló en distintas sesiones simultáneas, es la gran alternativa.
“Hay que intervenir primero y luego evaluar la eficacia de nuestra acción”. José Joaquín Moreno, miembro del Grupo de Trabajo del INSHT que elaboró la Guía Europea de Agentes Químicos.
La nueva práctica higiénica debe contemplar una evaluación simplificada del riesgo y, una vez que se han adoptado las medidas preventivas, comprobar la eficacia de las mismas mediante las prácticas de evaluación clásicas. Hay que priorizar la intervención preventiva sobre la recogida de datos (evaluación) e invertir el dinero en mejorar las condiciones de trabajo. Muchas veces la evaluación es más cara que la intervención y esa idea de que primero se evalúa y luego se interviene –una secuencia que está claramente recogida en el Reglamento Español de Agentes Químicos– está produciendo, con carácter general, una ausencia de prevención. Para poner en marcha el nuevo modelo de práctica higiénica habría que modificar el Reglamento Español de Agentes Químicos y la guía correspondiente, expresando con claridad que por debajo de los valores límite sí hay que intervenir y dejando claro que lo prioritario no es evaluar, sino reducir las exposiciones que suponen un riesgo.
“El parte de accidente da muy poca información cuando se trata de exposición a químicos”. Concha Pascual, directora del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo.
Nuestro concepto jurídico de enfermedad profesional es un concepto jurídico restringido: sólo es enfermedad profesional aquella que forma parte del cuadro y que se produce por un agente listado. Las enfermedades que no están en ese listado no quedan sin protección, sí tienen protección pero se notifican como accidentes de trabajo. Sin embargo, lo que ocurre es que en las situaciones de daño producidas por agentes químicos que se notifican como accidentes, el parte actual proporciona poca información. Entre las innumerables variables del parte se recogen muy pocas relativas a agentes químicos. Esto es un problema porque no podemos utilizar de forma preventiva las variables de información con las que contamos.
“La actividad preventiva es insuficiente y no se preocupa de la calidad”. Loly Fernández, responsable de Salud Laboral de CCOO en Cataluña
Muchas actividades preventivas son insuficientes o ineficaces porque no son capaces de generar acción. ¿Cuáles son las causas de esa insatisfacción tan generalizada respecto a la actividad preventiva en las empresas? En primer lugar hay una práctica de la prevención basada en la burocracia, se toma la prevención como algo que se hace no para defender la salud de los trabajadores sino para cumplir la ley y evitar la sanción de la Inspección de Trabajo. Luego, no olvidemos el complejo escenario de relaciones laborales que caracteriza la empresa: la mayoría de ocasiones, la prevención se hace sin contar con los protagonistas. En la teoría cada vez se defiende más la participación de los trabajadores, pero en la práctica se ve como una molestia. Lo que la empresa rechaza es que los trabajadores y trabajadoras intervengan en la organización del trabajo.
“Se ha avanzado más en la industria química que en otros sectores”. Víctor Santos, inspector de Trabajo.
Las cifras de exposición de trabajadores a tóxicos se mantienen constantes en las empresas, según los datos de las últimas encuestas de condiciones de trabajo y todos sabemos el subregistro existente en el terreno de las enfermedades profesionales, luego es difícil analizar (o afirmar) si se han realizado avances. Intentando ser positivo podemos decir que se ha avanzado más en la industria química que en otros sectores como puede ser limpieza, tintorerías, carpinterías, talleres, labores de fumigación y sector agrario, donde no hay conciencia de que estén presentes los productos químicos y por tanto no existe la noción de riesgo. Hay una mayor utilización de los equipos de protección individual (EPI), pero muchas veces es indiscriminada ya que los que se utilizan no guardan muchas veces relación con el tipo de riesgo ni la exposición.
fuente ISTAS revista; porEsperiencia.
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